¿Cómo pedir, buscar y llamar?

10:06

En el sermón del monte, impartido por Jesús de Nazaret a sus discípulos y a una gran multitud y que encontramos en el Evangelio de Mateo 5:1 – 7:28, nuestro Señor Jesús habló usando tres verbos significativos: Pedir, buscar y llamar: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. (Mateo 7:7-8)


  • Pedir: la oración es fundamentalmente un medio de relacionarnos con Dios y será esta relación la que determine nuestras peticiones. Por eso, muchas veces ocurre que cuando pedimos cosas y no las recibimos entramos en crisis, porque no hemos leído el contrato completo, en el cual Dios nos enseña que Pedir tiene una serie de variables como son: 
  1. Pedir sin considerar la voluntad de Dios; 
  2. Pedir para gastar en placeres; y 
  3. Pedir algo, que sin saberlo, no nos conviene. 

Sin embargo, no estamos desestimando el hecho de que podamos pedirle a Dios por medio de nuestras oraciones bendiciones materiales, espirituales, u otras. 

Lo importante al Pedir es ubicar el contenido de la oración es su perspectiva correcta, igualar la oración a una petición es incorrecto porque desconoce su esencia natural. 

  • Buscar: al orar, la palabra buscar tiene una connotación intensamente espiritual referida al acercamiento voluntario que debemos tener con Dios con el fin de llenarnos de Él. 
Buscar implica un esfuerzo de nuestra parte, tiene que ver con procurar, esforzarse, solicitar y tratar de obtener la bendición de Dios.

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. (Mateo 6:33) 

Por tanto, es necesario que nuestra oración sea sincera y respete la prioridad de buscar a la persona de Dios, mas por lo que Él es, que por lo que pueda darnos en términos apreciables. 

“Volví mi rostro a Dios el Señor para buscarle en oración y súplicas, en ayuno, cilicio y ceniza”. (Daniel 9:3) 

  • Llamar: en la oración, llamar se refiere a la perseverancia en la oración, en orar sin desmayar y tiene un valor supremo en la mente de nuestro Señor. 
Llamar significa “golpear la puerta”, es decir, el que llama no sólo busca que lo escuchen sino que quiere disfrutar de la compañía de aquel a quien llama, de la presencia de Dios.

“Perseverad en la oración, velando en ella…”. (Colosenses 4:2) 

“Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer,…” (Lucas 18:1)

¿Qué debo pedir? 


Dinero, fama, comida, casa, salud… 

  • No confiemos en lo material: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. (Mateo 6:19-21) 
  • No nos preocupemos por el pan de cada día: “Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas. No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas”. (Mateo 6:25-34) 
  • Focalicémonos en nuestro desarrollo espiritual, en agradar a Dios: “Por lo tanto, ya que ustedes han sido resucitados con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra”. (Colosenses 1:3) “Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?”. (Mateo 16:26) 

Nuestras peticiones deben ser para nuestro beneficio espiritual, deben apuntar a tener las cosas necesarias (materiales y espirituales) que nos permitan ser cada día más justos delante de Dios. 

  • “Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. (Santiago 1:5) 
  • “No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús”. (Filipenses 4:6-7) 
  • “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque Él tiene cuidado de vosotros”. (1 Pedro 5:6-7) 

Dios no nos dará nada que nos pueda afectar espiritualmente. 

  • “Pedís y no recibís, porque pedís con malos propósitos, para gastarlo en vuestros placeres”. (Santiago 4:3) 

A veces pedimos cosas pensado que serán buenas para nosotros, pero al final nos pueden terminar haciendo daño. Por lo tanto, siempre es sabio y prudente dejar nuestras peticiones en las manos de Dios y según Su voluntad, ya que Él tiene la sabiduría necesaria para conocer por anticipado si algo es provechoso para nuestra vida espiritual. Él no siempre nos dará lo que queremos, pero sí lo que necesitamos. 

  • “Porque mis ideas no son como las de ustedes, y mi manera de actuar no es como la suya. Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes. El Señor lo afirma”. (Isaías 55:8) 
  • “Tres veces le he pedido al Señor que me quite ese sufrimiento; pero el Señor me ha dicho: «Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad.» Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose sobre mí el poder de Cristo”. (2 Cor 12:8-9) 
  • “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?”. (Mateo 7:11) 
  • “Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis de todas estas cosas”. (Mateo 6:32) 

¿Cómo debo pedir? 

Debemos pedir con Fe: 

  • “Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero que pida con fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor, siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos”. (Santiago 1:5-8) 
  • “Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. (Hebreos 11:1) 

Debemos ser perseverantes en nuestras peticiones: 

  • “Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer, diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno. Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo: "Hazme justicia de mi adversario." Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: "Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia." Y el Señor dijo: Escuchad lo que dijo el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a El día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?”. (Lucas 18:1-8) 
  • “Orad sin cesar”. (1 Tesalonicenses 5:17) 

En ciertas ocasiones, es recomendable acompañar la oración con Ayuno, cuando nos encontremos en una búsqueda profunda de Dios, por alguna razón específica o bajo alguna circunstancia excepcional: 

La noción bíblica del ayuno es que, por ciertas razones y fines espirituales, las personas se deciden a abstenerse de placeres físicos que son legítimos (ejm: comida y bebida). 

  • “En todo ese tiempo no comí nada especial, ni probé carne ni vino, ni usé ningún perfume”. (Daniel 10:3) 
  • “Y Moisés se quedó en el monte, con el Señor, cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber nada. Allí, en las tablas, escribió los términos del pacto, es decir, los diez mandamientos”. (Éxodo 34:28) 
  • “Ahora bien, afirma el Señor, vuélvanse a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos”. (Joel 2:12) “Así que ayunamos y oramos a nuestro Dios pidiéndole su protección, y él nos escuchó”. (Esdras 8:23) 

Se debe ayunar solamente cuando el Espíritu de Dios me guíe a hacerlo, cuando me halle empeñado en algún propósito espiritual importante, no según reglas, sino porque siento que existe una necesidad especial de concentrarme enteramente, con todo mi ser, en Dios y en mi adoración a Él. Este es el momento correcto de ayunar. 

  • “Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que éstos ya han obtenido toda su recompensa”. (Mateo 6:16) 
  • “Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino sólo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará”. (Mateo 6:17-18) 


Entonces ¿Todos recibiremos lo que pedimos? 

El que pide, recibe siempre y cuando: 

  1. La petición y condición espiritual sea la adecuada. 
  2. Se pida con fe. 
  3. Sean deseos sinceros y buenos. 
  4. Y lo más importante, sean según la voluntad de Dios. 


Nunca olvides, que Dios oye y cumple lo que promete. 

“No faltó ni una palabra de las buenas promesas que el Señor había hecho a la casa de Israel; todas se cumplieron.” (Josue 21:45)

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