La oración es la única forma efectiva de relacionarnos con Dios, a través de la oración podemos establecer una relación íntima y personal con nuestro Padre. Esta relación es bidireccional, es decir, cuando oramos caminamos hacia la presencia de Dios y Él camina hacia nosotros. Pero en medio de esa relación, hay un enemigo común a Dios y al hombre que domina al mundo y por tanto se siente afectado por esa relación y reacciona para que ese acercamiento espiritual llegue a su fin lo más pronto posible. Contra ese enemigo común, llamando Satanás, luchamos cada vez que nos acercamos a nuestro Padre.
Para responder a la interrogante planteada en este post ¿Quién se interpone entre Dios y yo?, citaremos las tres relaciones que siempre habrá en la oración propuestas por el Lcdo. Néstor Blanco en su libro Una Cita en el Altar: “En la práctica de la oración siempre habrá: 1. Un hombre finito que se acerca al trono de la gracia; 2. Un Dios infinito que ama al hombre y siempre le responde; y 3. Un enemigo de Dios y del hombre, cuyo esfuerzo fundamental es anular la oración como sistema”.
Nos enfocaremos en el numeral 3, que nos permitirá dar respuesta a la interrogante ¿Quién se interpone entre Dios y yo?.
Sin embargo, si deseamos conocer más sobre: 1. Un hombre finito que se acerca al trono de la gracia; basta sólo leer a Romanos 5:12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”; y 2. Un Dios infinito que ama al hombre y siempre le responde, basta leer la Primera Epístola de Juan (1 Juan), que desborda el amor de Dios hacia nosotros y nos ayuda a conocer lo que Jesús hizo para el perdón de nuestros pecados y creer en su sacrificio.
3. Un enemigo de Dios y del hombre, cuyo esfuerzo fundamental es anular la oración como sistema.
Desde el día en que Adán escuchó e hizo caso a la voz del tentador (la serpiente, el diablo) y como consecuencia Adán y Eva (los primeros seres humanos) fueron expulsados del paraíso, el jardín de Edén, desde entonces la humanidad vive en un mundo donde reina Satanás.
Satanás también es llamado "el príncipe de la potestad del aire" en Efesios 2:2: "al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia". Él es el "príncipe de este mundo" en Juan 12:31: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera" y en Juan 16:11 “y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”.
Estos títulos y muchos más indican las capacidades de Satanás. Afirmar, por ejemplo, que Satanás es el "príncipe de la potestad del aire" significa que de alguna manera él gobierna el mundo y la gente que lo habita. Esto no quiere decir que él gobierna el mundo completamente; Dios es soberano todavía. Pero sí, significa que Dios, en su infinita sabiduría, ha permitido que Satanás opere en este mundo dentro de los límites que Dios ha puesto para él. Romanos 16:20: “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros”.
Cuando la Biblia dice que Satanás tiene poder sobre el mundo, debemos recordar que Dios le ha dado dominio solo sobre los incrédulos. Los creyentes ya no están bajo el imperio de Satanás (Colosenses 1:13: “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”). Por otro lado, los incrédulos, están cautivos en “el lazo del diablo" (2 Timoteo 2:26: “y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”), están “bajo el maligno" (1 Juan 5:19: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno”) y en “esclavitud a Satanás” (Efesios 2:2).
Por lo tanto, cuando la Biblia dice que Satanás es el "dios de este mundo", no está diciendo que él tiene la autoridad máxima. Da la idea de que Satanás gobierna el mundo incrédulo en forma específica. El incrédulo sigue la agenda de Satanás, en 2 Corintios 4:4: "el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios".
Satanás es la mayor influencia sobre los ideales, opiniones, metas, esperanzas y puntos de vista de la mayoría de las personas. Su influencia abarca también las filosofías del mundo, la educación, la religión y el comercio. Los pensamientos, ideas, especulaciones y falsas religiones están bajo su control y han surgido de sus mentiras y engaños. El método engañoso de Satanás incluye promover filosofías falsas en el mundo que ciegan el incrédulo a la verdad del Evangelio. Las filosofías de Satanás son las prisiones que encarcelan a la gente como el temor, la ansiedad, el afán y ellos necesitan ser liberados por Cristo.
Por ejemplo, si se pregunta por qué la humanidad no recibe el don gratuito de la salvación (Juan 1:12: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”). La respuesta es que Satanás “el dios de este mundo” ha tentado a la humanidad a seguir su orgullo. Satanás establece la agenda y el mundo incrédulo la sigue, y la humanidad sigue siendo engañada. No es de sorprender que la Biblia llama a Satanás un mentiroso en Juan 8:44: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.
El camino para salir de esas prisiones es el encuentro con Dios a través de la oración, por medio de su Palabra. El poder que este ejercicio diario tiene sobre la mente y el espíritu de una persona es increíble y sanador. La Palabra de Dios nos nutre porque oímos la voz de Dios hablándonos desde sus páginas. Por medio de la oración nosotros hablamos con Dios y dejamos nuestros problemas en Sus manos confiando en que él puede resolverlos. De esta forma, es como estamos en comunión con Dios.
La oración es efectiva y poderosa, capaz de eliminar la ansiedad, el temor y las preocupaciones de la mente de cualquiera que la practique. Pero hay que tener fe en que Dios oye nuestras oraciones porque creemos en El, y sabemos que nos ama, nos escucha, y quiere ayudarnos. Santiago 1:5: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”.
Cuando tenemos ansiedad, temor, afán o preocupación, un versículo bíblico maravilloso es el siguiente:
Isaías 26:3: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.
Asimismo, en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy. Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.
La fe y la oración son poderosas. Millones de personas lo han experimentado. No hay droga, calmante, ni sedante que se pueda comparar con la fe en Dios Todopoderoso y la oración.
El enemigo de Dios y de nuestra alma quisiera engañarnos y decirnos que no es verdad, que es solo imaginación, pero los que lo vivimos diariamente lo experimentamos y lo vemos igualmente actuando de forma efectiva en otros creyentes que conocemos y practican a diario la oración.
La oración es la única forma de vivir que produce cambios en la vida de quien la hace. Nadie puede acercarse a Dios sin ser cambiado.
Mateo 11:28: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”.
La vida de oración, seguir a Cristo, es la forma más feliz de vivir la vida, porque te libera de las ataduras impuestas por el mundo, por la sociedad. Muchos no saben esto porque no la conocen. Han conocido la religión, que es un engaño humano y suplanta a la verdadera relación personal con un Dios amoroso, misericordioso y compasivo.
Muchos no comprenden que lo que realmente pesa en sus vidas, es el pecado sin confesar, es la carga más grande que soportamos sobre nuestros hombros. El pecado se confiesa directamente a Dios, pidiendo perdón. No se necesitan intermediarios.
1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él (Jesús), es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
Al confesar nuestros pecados y crecer a través de la oración sentimos una inmensa alegría espiritual difícil de describir, ese es el Gozo de Dios.
Juan 15:11 “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” y Juan 16:22: “También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”.
Podemos alegrarnos, ya que Jesucristo, el Hijo de Dios, por su muerte en la cruz y resurrección, ha derrotado definitivamente al diablo (Hebreos 2:14: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”).
Sin embargo, hasta hoy Satanás puede hacer daño. Será sólo cuando el Señor Jesucristo regrese y reine, que Satanás será atado y no podrá actuar por mil años; luego de esto será arrojado finalmente al "lago de fuego y azufre" (Apocalipsis 20:10: “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”).
El diablo sabe que está derrotado y cuál es su destino. Mientras tanto, no se queda quieto e implementa todas las "huestes espirituales de maldad" para destruir la humanidad (Efesios 6:12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”) y, de ser posible, dañar el testimonio cristiano. No nos olvidemos tampoco que Satanás trata de engañarnos disfrazándose de "ángel de luz" (2 Corintios 11:14: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”).
Por lo tanto y como cristianos renacidos (conforme a Juan 3), nunca debemos olvidar que estamos enfrentándonos con un enemigo derrotado. Sin embargo, dado que la Palabra de Dios nos advierte: "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8), perseveremos sin cesar en oración (Hechos 12:5; Col. 4:2; 1 Pe 4:7) y redimamos el tiempo (Col. 4:5: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo”) como fieles discípulos de Jesucristo.