El desierto es indispensable para todo aquel que busca a Dios, es un tiempo fuerte dedicado a Dios en silencio, soledad y penitencia.
Cuando se dedica un tiempo largo al Señor (unas ocho horas) en silencio y soledad, a este día se le llama Desierto. Para vivir un Desierto es conveniente, salir del lugar donde uno vive o trabaja, y retirarse a un lugar solitario donde el silencio sea el protagonista, puede ser una montaña, un bosque, el mar o una casa de retiro.
Asimismo, es conveniente disponer de tu biblia (preferiblemente impresa), referencias bíblicas seleccionadas previamente, salmos, ejercicios de relajación y un cuaderno de oración. Durante este día, te recomiendo utilices varias de las Modalidades de Oración que hemos compartido contigo, en especial La Oración con La Naturaleza y La Oración de Abandono.
La gracia de la predilección es la que Dios te da con traerte al Desierto. Su llamado es gratuito y tu perseverancia se la deberás únicamente a la aprobación divina. Ten siempre ante los ojos esa fineza del amor de Dios para con tu alma y la irás estimando gradualmente. Pese a tus lecturas y a lo que llamas tu experiencia, no tienes idea de lo que la soledad del Desierto te reserva. Aquí, como en todas partes, no hay dos almas que sigan exactamente la misma pista; Dios no se repite en sus creaciones. Muy pocas veces revela por adelantado sus designios.
Entra en el Desierto, humilde y sosegado. Al Dios que te espera, la única cosa de valor que le has de presentar es tu entera disponibilidad. Cuanto más ligero sea tu equipaje humano, cuanto más pobre seas de lo que estima el mundo, mayor será tu oportunidad de éxito, ya que Dios gozará de mayor libertad para manejarte, se llama un vivir a solas con El.
El Desierto es implacable: expele infaliblemente a todo el que se busca a sí mismo. Entra en él en santa desnudez.
El desierto te expone, en desnudez total, ante el misterio que envuelve Dios. Nada ni nadie podrá interferir tu encuentro, “lo verás cara a cara, y llevarás su nombre en tu frente” (Apocalipsis 22:4).
El desierto es el lugar del despojo del propio yo. La inmensa aridez que te rodeará, hará desaparecer de ti todas aquellas cosas que no son imprescindibles en tu vida. Desnudará tu alma, y te despojará de todo, incluso de lo que consideras como más amado. Te acercará al encuentro con Dios, porque la vaciedad en la que vivirás, te hará plenamente disponible para Él, postrado ante el misterio insondable de su voluntad.
El desierto te libera, te deja desnudo delante de Él, te ayuda a comprender las cosas desde dentro, desde otra perspectiva que todo tiene en Dios.
En el desierto la oración se simplifica mucho: descubres que orar es ser simplemente tú, ante Él. Porque nada ni nadie te condiciona, te limitarás a estar, en la transparencia de tu realidad ante Dios, al que buscas porque lo añoras, con un amor cada vez más fuerte. Y aprendes a vivir con un amor confiado, abandonado, en medio del desierto, y sumergido en el mar del Amor, consumido por su agua.
Cuando Dios quería preparar a alguien para sus propósitos usaba el desierto:
- Jesús recibió poder al enfrentarse a los 40 días de tentación y de prueba en el desierto, en los que se preparó para la predicación del Reino, después de haber vivido en la plena voluntad del Padre que lo había enviado al mundo, para ser Palabra visible y cercana del Amor Salvador de Dios.
- El Pueblo de Israel caminó por el desierto durante cuarenta años.
- Moisés vivió en el desierto antes de acoger la misión que Dios le quería confiar.
- María vivió sus años en Nazaret, en el silencio de una vida oculta en la sencillez de lo cotidiano, como un tiempo largo de desierto en el que se preparó para acoger el misterio del proyecto de amor del Padre para ella, en el Espíritu.
- Pablo cruzó el desierto en el camino de conversión a Damasco. Allí experimentó la fuerza de la luz que, deslumbrándole, le hizo caer del caballo e iniciar un intenso proceso de conversión.
Citas bíblicas que hacen referencia al desierto:
- “Huiré lejos, y moraré en el desierto” (Salmos 54:8).
- “Tornará su desierto en vergel, y su soledad en paraíso de Yavé” (Isaías 51:3).
- “La seduciré, la llevará al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2:16).
¿Necesito vivir un desierto?
El desierto también es indispensable para ti. Será un tiempo de gracia, ya que es una etapa por la cual ha de pasar todo aquel que quiera dar fruto en Dios. Descubrirás la necesidad del silencio, de la interiorización y de la renuncia a todo lo superfluo, para que Dios pueda construir en ti su Reino y hacer crecer, en cada uno, el espíritu interior, la vida de intimidad con Dios, en el diálogo directo con Él.
El Espíritu que te ha conducido al desierto, te llevará a mantenerte en una comunión interior en la fe, la esperanza y la caridad.
Déjate guiar por Él, porque el encuentro con el amor, muchas veces, se hace en una ruta de pura fe, en el que, aunque no lo sientas, estás viviendo en la ruta del amor.
Te invito a entrar en una experiencia de vivir un desierto: en soledad de la comunión, en el silencio del encuentro, en la presencia amorosa de Dios en ti, y la tuya en Él, porque necesitas andar por sendas de paz y de encuentro hacia el océano de Amor que es Dios.
Después, purificado por la fe, alentado por la esperanza confiada, y transformado por el Amor que te invade, podrás dar fruto, en la medida en la que tu ser interior se ha dejado convertir al Amor.
“Él te condujo por el desierto, y en esa tierra seca y sin agua ha hecho brotar para ti un manantial de agua de la roca dura”. (Deuteronomio 8:15)
Referencias:
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